jueves, 12 de diciembre de 2013

El diablo se viste de GUCCI no de MOSCHINO... y la moda es ARTE.



Después de pasar la tarde lluviosa de ayer viendo como twitter ardía por mis inocentes botas de agua de Moschino empecé a pensar en la numerosa cantidad de mujeres públicas que son machacadas por llevar un look que aunque algunos consideran fuera de lo normal es muy aceptado por todas aquellas personas que pensamos que tener gusto en el vestir es un arte y que hay que intentar ir por la vida lo mejor posible, con el menor gasto posible y con el mayor deleite posible en cada momento. También pensé en los que creen que es bueno el sentido del humor en toda circunstancia, como yo.

Entonces me tropecé con otra de las noticias de la semana: el enfado de Michelle Obama porque su marido estaba entretenido con la primera ministra Helle Thorning-Schmidt a la que han llamado de todo también, solo por ser divertida y también por interesarse por la moda, además de por la política (por algo ganó las elecciones digo yo).



El caso es que he estado investigando sobre ella y creo que tiene un street style de lo más adecuado para su cargo y además es valiente porque se presta a utilizar la moda como una herramienta de poder a pesar de recibir críticas por ello.







Por otro lado tampoco podemos decir que Michelle Obama no se interese por la moda, ya que lo hace constantemente, y además muy bien, como ya he contado en este blog en otra entrada.



Para mi la moda es arte, un arte más, como la música o la literatura. No entiendo a los que la desprecian. Es una forma de evolución de la humanidad que nos diferencia del resto de las especies, nos vestimos para gustar, y para enviar mensajes a los demás.

Como dicen en Publicaciones DC: La moda se encuentra con el arte como expresión de una densidad estética que muchas veces la inspira y atraviesa. Sin embargo, el arte de hoy no sólo es una influencia sustantiva para la moda sino que, muchas veces, se fusiona con aquel en una desesperada búsqueda de nuevos escenarios de seducción y de venta. En este sentido, moda y museo parecen tener dinámicas concordantes. Por otra parte, la evolución de las industrias culturales condiciona los modos de relación entre arte y moda, y cuestiona a la belleza como la categoría fundamental para el encuentro.

Por tanto, reitero, seguiré con mis botas de agua de Moschino mientras dure la tormenta. El qué dirán los que no me quieren me da igual. Los que me quieren me respetarán tal y como soy.


No es frivolidad, es un arte, otro más. También han sido tachados de frívolos muchos artistas que luego han resultado ser admirados. Cuestión de tiempo, supongo.

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